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En el barrio lo llamaban fenómeno
con su carita triste y gran corazón
– está loco – más de uno pensó.
– Oye niño, ¿por qué no vas a jugar?
que la vida es sólo un juego más,
es tan simple, es perder o ganar –
En las noches su corazón,
parecía estallar, de emoción.
Una extraña sensación
Un sentimiento albergó de soledad
Su vida se empezó a trastornar.
Un sueño le empezó a trasnochar,
Una ilusión de que todo podía ser mejor
De repente se empezó a enamorar
en tu mirada veo la eternidad
el tiempo nunca pareció tan trivial
ahora lo incierto ciertamente
se transforma en realidad.
Un día como hoy yo la vi pasar cerca de mí,
Con su bici rosa y una mochila enorme en su espaldar
Y unos lentes transparentes de cristal
Le dije hola cómo estás!
- Hola, ¿cómo te llamas? – Rosa
- Qué lindo nombre! – Sí, me lo colocaron mis papás
- Qué sabias, digo, qué sabios que son tus papás,
Rosa, ¿te gustaría comerte… un helado conmigo?
- Bueno –
Ella dijo que sí, yo no podía creer
Yo no, yo no, yo no podía
Una, dos, tres, cuatro, cinco, siete, nueve cuadras…
La heladería, taba cerrada.
Ella propuso otro plan, yo no sabía cuál.
Una, dos, tres, cuatro, cinco, siete, nueve cuadras…
A un sitio raro me llevó y allí perdí mi virginidad,
Y así aprendí a querer!
Dub dubirudab y así aprendí a querer (Bis 3)
Una, dos, tres, cuatro, cinco, siete, nueve cuadras…
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Sentado en la niebla
de tonos difusos
que no dejan componer
pensamientos coherentes
y correspondientes a la mente,
ni al raciocinio de sentir
y de vivir sin el azar
de amar.
Confundido, hecho pedazos
como lluvia cuando cae
en un rosal marchito
y seco de sed.
Escribo esta canción sobre mi mente
y los acordes la difieren,
no la entienden, son indiferentes,
disonantes al hablar de eso.
El amor es así,
no lo puedes pensar,
ni tampoco cantar,
solamente metafóricamente
con notas disonantes
de una canción confusa.
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